1 Vengan todos y volvámonos al Señor. Él nos destrozó, pero también nos sanará; nos hirió, pero también nos curará.
2 En un momento nos devolverá la salud, nos levantará para vivir delante de él.
3 ¡Esforcémonos por conocer al Señor! El Señor vendrá a nosotros, tan cierto como que sale el sol, tan cierto como que la lluvia riega la tierra en otoño y primavera.
4 Dice el Señor: «¿Qué haré contigo, Efraín? ¿Qué haré contigo, Judá? El amor que ustedes me tienen es como la niebla de la mañana, como el rocío de madrugada, que temprano desaparece.
5 Por eso los he despedazado mediante los profetas; por medio de mi mensaje los he matado. Mi justicia brota como la luz.
6 Lo que quiero de ustedes es que me amen, y no que me hagan sacrificios; que me reconozcan como Dios, y no que me ofrezcan holocaustos.
7 »Pero mi pueblo, lo mismo que Adán, ha faltado a mi alianza y me ha sido infiel.
8 Galaad es una ciudad de malhechores, toda llena de huellas de sangre.
9 Los sacerdotes son una pandilla de ladrones puestos al acecho de la gente; asesinan y cometen infamias en el camino de Siquem.
10 En Israel he visto cosas horribles: Efraín se ha prostituido, Israel se ha contaminado.
11 Y aun para ti, Judá, ya he señalado el día de tu castigo. »Cuando quiero cambiar la suerte de mi pueblo Israel,