1 El dios Bel se dobla, y el dios Nebo cae al suelo. Los ídolos son cargados sobre bestias, y son pesada carga para animales cansados.

2 Los dioses se doblan y caen al suelo sin poder salvarse, y ellos mismos van al destierro.

3 «Óiganme, descendientes de Jacob, todos los que quedan del pueblo de Israel: Yo he cargado con ustedes desde antes que nacieran; yo los he llevado en brazos,

4 y seguiré siendo el mismo cuando sean viejos; cuando tengan canas, todavía los sostendré. Yo los hice, y seguiré cargando con ustedes; yo los sostendré y los salvaré.

5 »¿Con quién pueden ustedes compararme? ¿A quién piensan que puedo parecerme?

6 Hay quienes sacan mucho oro de sus bolsas, y pesan plata en la balanza; luego contratan a un artesano que les haga un dios para inclinarse ante él y adorarlo.

7 Lo cargan sobre los hombros y se lo llevan; lo colocan sobre un soporte y ahí se queda, sin moverse de su sitio. Por más que gritan pidiéndole ayuda, no les responde ni puede salvarlos de sus angustias.

8 »Recuerden esto, pecadores, no se hagan ilusiones, piénsenlo bien;

9 recuerden lo que ha pasado desde tiempos antiguos. Yo soy Dios, y no hay otro; soy Dios, y no hay nadie igual a mí.

10 Yo anuncio el fin desde el principio; anuncio el futuro desde mucho antes. Yo digo: Mis planes se realizarán; yo haré todo lo que me propongo.

11 He llamado a un hombre del oriente, que vendrá de lejos como un ave de rapiña y llevará a cabo mis planes. Lo he dicho y así lo haré, he hecho mi plan y lo cumpliré.

12 Escúchenme, gente obstinada, que piensan que la liberación está muy lejos:

13 Yo hago que se acerque mi acción liberadora; mi salvación no se demora, no está lejos. Yo daré a Sión la salvación, yo daré a Israel mi honor.

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