1 Una vez más mis quejas son amargas porque Dios ha descargado su mano sobre mí.
3 ¡Ojalá supiera yo dónde encontrarlo, y cómo llegar a donde vive!
4 Presentaría ante él mi caso, pues me sobran argumentos.
5 ¡Ya sabría cómo responder a lo que él me contestara!
6 Pero él no usaría la fuerza como argumento, sino que me escucharía
7 y reconocería que tengo la razón; me declararía inocente, ¡me dejaría libre para siempre!
8 Pero busco a Dios en el oriente, y no está allí; lo busco en el occidente, y no lo encuentro.
9 Me dirijo al norte, y no lo veo; me vuelvo al sur, y no lo percibo.
10 Él conoce cada uno de mis pasos; puesto a prueba, saldré puro como el oro.
11 Yo siempre he seguido sin desviarme el camino que él me ha señalado.
12 Siempre he cumplido sus leyes y mandatos, y no mi propia voluntad.
13 Cuando él decide realizar algo, lo realiza; nada le hace cambiar de parecer.
14 Lo que él ha dispuesto hacer conmigo, eso hará, junto con otras cosas semejantes.
15 Por eso le tengo miedo; solo el pensarlo me llena de terror.
16 Dios, el Todopoderoso, me tiene acobardado.
17 ¡Ojala la noche me hiciera desaparecer y me envolviera la oscuridad!