Opresores y oprimidos

1 Luego me fijé en tanta opresión que hay bajo el sol. Vi llorar a los oprimidos y no había quien los consolara; el poder estaba del lado de sus opresores y no había quien los consolara.

2 Y consideré más felices a los que ya han muerto que a los que aún viven,

3 aunque en mejor situación están los que aún no han nacido, los que todavía no han visto la maldad que se comete bajo el sol.

4 Vi, además, que tanto el afán como el éxito en la vida despiertan envidias. Y también esto es vanidad; ¡es correr tras el viento!

5 El necio se cruza de brazos y se devora a sí mismo.

6 Mejor un puñado de tranquilidad que dos de fatiga y de correr tras el viento.

La unión hace la fuerza

7 Me fijé entonces en otra vanidad bajo el sol:

8 Vi a un hombre solitario, sin hijos ni hermanos. Nunca dejaba de afanarse; ¡jamás le parecían demasiadas sus riquezas! «¿Para quién trabajo tanto», se preguntó, «y me abstengo de las cosas buenas?». ¡También esto es vanidad y una penosa tarea!

9 Mejor son dos que uno, porque obtienen más fruto de su esfuerzo.

10 Si caen, el uno levanta al otro. ¡Ay del que cae y no tiene quien lo levante!

11 Si dos se acuestan juntos, entrarán en calor; uno solo ¿cómo va a calentarse?

12 Uno solo puede ser vencido, pero dos pueden resistir. ¡La cuerda de tres hilos no se rompe fácilmente!

Juventud y sabiduría

13 Mejor es un joven pobre, pero sabio, que un rey viejo, pero necio, que ya no sabe recibir consejos. 14 Aunque de la cárcel haya ascendido al trono o haya nacido pobre en ese reino, 15 he visto que la gente que vive bajo el sol apoya al joven que sucede al rey. 16 Y aunque es incontable la gente que sigue a los reyes, muchos de los que vienen después tampoco quedan contentos con el sucesor. Y también esto es vanidad; ¡es querer alcanzar el viento!

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